jueves, 26 de mayo de 2011

SOY TUYA POR DOS ASES...

Así reza un sugerente graffiti de Pompeya conservado hasta nuestros días. Pero no era el único ya que esta ciudad sumergida en metros de material pirotécnico arrojado por el Vesubio, cuenta con numerosos  graffitis de contenido sexual, de tarifas, de especialidades y de preferencias.

La prostitución en Roma como algo cotidiano y normal…

Como en todas las culturas, también en Roma la práctica de la prostitución  se remonta hasta  los relatos míticos de su fundación en los que   Acca Larentia, la nodriza que recogió  a Rómulo y Remo, es calificada de lupa (loba), es decir,  prostituta.

El reconocimiento de la prostitución en Roma se produjo a partir del siglo III. A.d. C .Esta práctica no fue tabú sino que era aceptable e incluso recomendable para los varones y  así lo recogen los pensamientos de Catón el viejo, quien recomienda acudir a los servicios de prostitutas y no molestar a las matronas y así no cometer adulterio.
El sexo en Roma era algo habitual, cotidiano y hasta en algunas ocasiones divinizado. Existían multitud de lupanares, el sexo con los esclavos eran un deber para estos si así lo requería su dominus (en algunos sectores también por los invitados a una cena) y  aún después incluso de haber sido liberados debían estar disponibles para  sus antiguos amos. Además era potestad y era un práctica común que los esclavos de ambos sexos fueran prostituidos y las ganancias, como no podía ser de otra manera en la  concepción de la sociedad romana, revertiera íntegramente para el dueño.
 Si bien hemos de tener en cuenta que cuando hablamos de esa amplia tolerancia  sexual romana, la debemos emplear únicamente para los hombres y más en una de las culturas más falocéntricas de la historia antigua.
Para los varones no sólo estaba permitido sino recomendado el uso de la prostitución y no se consideraba adulterio, con las mujeres esa laxa visión distaba mucho de igualarse.
Las medidas legales que Roma adopta de cara a la prostitución, se alejan mucho de prohibirla sino que están encaminadas  a proteger a la mujer libre. Si una mujer de ese status ejercía tales prácticas,  asumía implícitamente una serie de condiciones como declarar ante los ediles su condición de meretriz, descendían en  la clase a la que pertenecían y renunciaba a su condición de matrona. Las prostitutas  eran declaradas “infames”, junto con los actores y los gladiadores.


Cómo diferenciaríamos una lupa de una matrona….

 El aspecto que adoptaban estas lupas, variaba enormemente en función de sus tarifas, servicios, lugar donde prestaba su profesión….Sí era en ellas generalizado puesto que perdían su condición de matronas, el que se les prohibiera el uso de la stola (túnica de matrona) ceñida con la zona (cinta que se ajustaba al pecho) y que era atuendo característico de toda matrona y advertían que se trataba de una mujer decente y que se evitaran los “abordamientos masculinos”. 


Debían utilizar el amiculum o toga femenina, prenda que compartían con las esposas repudiadas por adulterio, algunas vestían de carmesí, otras iban medio desnudas o por completo desnudas….Además le acompañaban peinados propios de su baja clase pues les estaba vetado  utilizar el peinado recogido y trenzado propio de las matronas y peinaban sus cabellos al estilo de las plebeyas y libertas, con cabellos cortos y sin cintas o sueltos y anudados al cuello. Durante algún tiempo se exigió que se colorearan el pelo de amarillo.



Quienes se dedicaban a estas prácticas y dónde…

Las prostitutas eran esclavas (las hijas de estas), libertas, otras libres por necesidades económicas incluso matronas de elevada posición (como Mesalina) que se dedicaban a ello por placer, aburrimiento… Parte de las meretrices, estaban censadas y pagaban impuestos (luego el Estado se beneficiaba de tales actividades) pero no tenían privilegios de ninguna clase.

En el año I existe un registro de 32.000 censadas en lupanares con su licencia municipal y en Pompeya se han conservado hasta nuestro días más de 10 burdeles cuyos pisos superiores podían ampliar el negocio en caso de desembarco de marineros en su puerto.
Incluso los ediles ofrecían a éstas censadas la posibilidad del alquiler de pequeños cubículos donde ejercer su profesión en las cercanías de los circos.
Existían diversas categorías en función de la clase a la que pertenecían y el lugar donde ofrecían sus servicios; Tal como ha quedado reflejado en la cantidad de graffiti que hasta nuestros días conserva Pompeya Y Herculano, se podía satisfacer cualquier gusto, desde los más refinados hasta los que buscaban algo rápido y tosco. Prostitutas como Afrodita,Veneria, Espendusa, Ninfea o Timele dejaron sus huellas en Pompeya y sus rivalidades y competencias entre sus servicios y precios. Las meretrices propiamente dichas eran las que se hallaban registradas mientras que las prostibulae no lo estaban y ejercían su profesión en cualquier lugar.
Las delicatae eran las que hoy conoceríamos como alto standing y contaban entre sus clientes senadores, caballeros y poderosos negociantes, las hetairas eran griegas cultas, las famosae eran de clase patricia como lo fue Mesalina,  las ambulatarae ejercían en las calles, las lupae en los bosques las bustuarae en los cementerios y eran las de más baja categoría y solían ser las más baratas y las más mayores o enfermas.
Los lugares preferidos por los romanos para contratar estos sensuales servicios, solían ser los baños, los aledaños de espectáculos públicos y  las tabernas.




¿Qué servicios se solicitaban?

Evidentemente es una pregunta de difícil contestación pero por las numerosas improntas de Pompeya los servicios habituales eran coito, felaciones y sexo anal.
Más raros son los que exigían pasividad del cliente o al menos se ocultaban de una forma absoluta pues para la sexualidad romana primaba y sólo era correcto para el hombre el rol activo no importando tanto el sexo del receptor ni el lugar de recepción.

Si se mantenía un papel activo, futuere (penetración activa vaginal), pedicare (penetración activa anal) e irrumare (penetración activa oral) eras bienvenido y considerado por la sociedad, mientras que si practicabas otra clase como crisare (penetración pasiva vaginal) cevere (penetración pasiva anal) y fellare (penetración pasiva oral) te convertías en un marginado legal. Se convertían o asumían con tales prácticas pasivas el rol femenino, la denominada muliebris patientia.
Lo cierto es que algunos hombres se prostituyeron para otros hombres o pasaron a ser sus amantes a pesar de la infamia social que para los ojos romanos tales prácticas constituían.
De la misma manera, el sexo entre mujeres, estaba absolutamente estigmatizado y cuando se referían a él en la literatura antigua eran para criticarlo y considerarlo al igual que el sexo en grupo una práctica atroz. A pesar de ello, se practicaba tal como testimonian los frescos aparecidos en Pompeya.


Y…. ¿las mujeres requerían tales servicios?.

Esta es una cuestión ampliamente debatida y que no tiene una solución actualmente. El hecho real es que sí parecen haber existido tales servicios pero indudablemente en menor medida y sin la tolerancia que se empleaba para los hombres.

No debemos olvidar que parece ser que en el mundo romano  más que obstaculizar y prohibir  el placer femenino como  una forma de evitar la infidelidad, lo que se pretendía asegurar era la reputación del varón mediante la pureza del linaje. Es decir, no se temía tanto el sexo en general que una matrona pudiera obtener fuera del matrimonio como la duda acerca de la consanguinidad y la continuidad de la sangre y la estirpe de los hijos del marido.
Aparecieron algunos graffiti en Pompeya en los q se hace referencia a los servicios de cunnilingus (por dos ases o por cuatro si se era virgen), actividad por otra parte absolutamente denigrante para ser realizada por cualquier hombre. Es posible que se ejercieran prácticas que no implicarán peligro de concepción para las mujeres.

¿Se usaban métodos anticonceptivos?

Parece ser que no sólo se utilizaban métodos para evitar embarazos sino como medida de barrera para enfermedades sexuales.

Se utilizaban tripas de cerdo como preservativos o estiércol de elefante, así como métodos anticonceptivos poscoitales como ponerse de cuclillas y estornudar. Si estos métodos fracasaban, había infinidad de remedios, ungüentos y venenos para forzar al
aborto antes de recurrir en último extremo a la cirugía.



Los lupanares

Imaginemos por un momento que nos encontramos en una bulliciosa ciudad romana, por ejemplo, Pompeya, hace 2.000 años. Si fuéramos un hombre y quisiéramos sexo, no tendríamos más que seguir la dirección que marcan los numerosos fallos esculpidos en las calzadas de sus abarrotadas calles y que nos conducirían a uno de los más de 35 lupanares de esta ciudad portuaria.

Siguiendo las indicaciones, podríamos  llegar al lupanar de los balcones, uno de los  más famosos de la ciudad donde las chicas semidesnudas y seductoras desde las ventanas y balcones nos animarían a pasar y nos gritarían lo que allí nos espera.
Decididos a pasar un buen rato, nos llamaría la atención grandes falos o frescos de contenido sexual. Entraríamos a un recibidor, donde el leno o la lena nos cobraría los servicios requeridos. En cada celda leeríamos el nombre de guerra de cada lupa (las que aúllan) junto con una tablilla (titulus) donde nos informaría si la elegida estaba o no ocupada (ocuppata).
Nos decantamos por una tal Lyscica…¿quién se esconderá tras ese nombre que también utilizó Mesalina?. Está ocupada, así que mientras esperamos y ya que nuestros ojos se han acostumbrado a la penumbra sólo rota por las numerosas lucernas nos recreamos en los sugerentes frescos en la parte superior de cada entrada a las habitaciones.
Actualmente son varias las teorías de la función de los mismos, pues unos consideran que servían para “caldear” el ambiente y otros, que eran la postura o la práctica sexual en la que la chica era experta.
La cortina de la celda de Lycisca se abre y sale un equite. En unos momentos entraremos. Una mano blanca y fina nos indica que pasemos.
La celda es pequeña, de unos 2 metros cuadrados y sobre una cama de piedra recubierta de telas, tumbada, está nuestra elegida.
Al hablar y por su aspecto marmóreo y su cabello pelirrojo me doy cuenta que es una esclava probablemente de Bretaña, obligada a prostituirse por su amo. A buen seguro, es una fuente de ingresos para él.
Mientras me explica sus especialidades me fijo en las paredes de su oscura celda donde numerosos clientes han dejado para el futuro sus impresiones y veo con asombro muchas rayitas verticales que indican el número de clientes que por allí pasaron. Hasta hay muchos palitos englobados por la parte inferior por una especie de casco….!!!casi toda la tripulación debió pasar por aquí!!!.......Ahora es mi turno.




Para ampliar información:

- Vida cotidiana en la Antigua Roma. Editorial Derramar. Paoli, Ugo Enrico.
-La vida cotiana en Roma en el apogeo del Imperio de Jêrome Carcopino. Ediciones temas de hoy S.A.
-Vida cotidiana en Grecia y Roma. Ian Jenkis. Akal.
-Sexo en Roma. John R. Clarke.Oceano.
- Pompeya, la ciudad viva. Alex Butterworth y Ray Laurance.Aguilar.
-Catalógo de la exposición Ocio y placer en Pompeya del Museo arqueológico de Murcia.



http://www.hispaniaromana.es/index.php?option=com_content&view=article&id=52&Itemid=66